LA RECIENTE ENCUESTA de El País
que arrebata la mayoría absoluta al PP y deja al PSOE herido de muerte viene a
confirmar los peores augurios para los dos partidos hegemónicos en la Comunidad
de Madrid. Los que saben de esto, además de otros sondeos, ya vaticinaban que ambas
formaciones no habían tocado suelo y que la caída libre resultaba inevitable.
Qué duda cabe que lo más reseñable es la pérdida de la mayoría absoluta para el
partido que preside Esperanza Aguirre, pero no deja de ser paradójico que el
socialista Tomás Gómez sufra un enorme varapalo, por mucho que se empeñe en no
admitir la evidencia. Cae el PP, que no levanta cabeza con tanto recorte, y se
desploma el PSOE, que ni gobierna ni se le espera.
Para colmo de males en las filas
de la izquierda, ni siquiera una eventual alianza entre socialistas e Izquierda
Unida evitaría que el PP siguiera gobernando con el eventual apoyo de UPyD. Un
panorama endiabladamente complicado cuando tan solo IU (Eddy Sánchez, en lugar
de Gregorio Gordo) parece tener todas las papeletas para convertirse en cabeza de
cartel. Ni Ignacio González (PP), ni Tomás Gómez (PSOE) tienen garantizada su
continuidad electoral al frente de sus respectivas formaciones. El caso de Luis
de Velasco (UPyD) es distinto ya que, a sus 74 años, si tiene fuerzas y ganas
no debería tener demasiadas dificultades en permanecer al frente de la
formación magenta en la Asamblea de Madrid. Un partido, el de Rosa Díez,
claramente beneficiado por el desencanto de los votantes populares y
socialistas que, paradojas de la vida, puede convertirse en árbitro de la
política madrileña.
A la hora de lamer sus heridas,
el PP madrileño siempre puede escudarse en la situación económica nacional. Se
equivocaría ya que no parece ser ese el único motivo para explicar la
desafección de los tradicionalmente fieles votantes de la derecha. Los
tijeretazos en los servicios públicos, primero con Aguirre y ahora con González
y las privatizaciones sanitarias, tendrán
un coste y no precisamente bajo cuando toque votar en 2015. Si el presidente
madrileño pensaba que la utilización de la tijera le iba a salir gratis se ha
equivocado gravemente.
Enfrente, los socialistas
continúan deprimidos y atónitos. Sin capacidad, por un lado, de desmarcarse del
descrédito nacional que provoca la marca PSOE y sin un discurso regional propio
que ilusione. Ni a electores ni a simpatizantes. Tomás Gómez ha dado muestras
sobradas de que puede convertirse en una voz crítica frente a Rubalcaba, aunque
está por ver que sea capaz de poner contra las cuerdas al heredero de Aguirre.
El panorama para el PSOE es, cuando menos, desalentador. Dos años en política
es mucho tiempo pero, o el líder socialista espabila o las consecuencias serán mortales
de necesidad. El dato bueno de Gómez es que saca mejor nota que Rubalcaba. Lo
que difícilmente podrá digerir es que casi el 60% de los votantes socialistas
desaprueben su gestión frente a un 35% que le respalda. Gómez siempre podrá
decir que no se cree las encuestas o que la muestra no es lo suficientemente
amplia. Él sabrá.
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