
LAS IDEAS SON buenas o malas con independencia de quién las haya alumbrado. Y Madrid Central fue una buena idea. Mejorable, como todo en la vida, claro que sí, pero una buena medida, por más que el alcalde Almeida se refiera a sus defensores como “apologetas”.
Y no solo porque desde su puesta en marcha hace un año (30 de noviembre de 2018) haya reducido la contaminación en Madrid, un 20 por ciento en el interior de la zona de bajas emisiones y con bajadas significativas en otros puntos de la ciudad, según los datos de Ecologistas en Acción.
Lo que se deduce de estas cifras es que estamos ante una actuación beneficiosa para la calidad del aire en toda la ciudad, aunque evidentemente no pueda servir para resolver todo el problema de la contaminación. La principal crítica que se hace desde el actual Gobierno municipal es que «Madrid Central creaba un oasis en el centro de Madrid despreocupándose por el resto de distritos».
De ser así, tendría que haber una especie de imaginario muro o frontera en la almendra central que impidiera extender los beneficios al resto. Y así como no se le pueden poner puertas al campo, tampoco las hay en la ciudad. Lo que tampoco estaría nada mal es que hubiera algún departamento u organismo neutral encargado de aportar datos fidedignos sobre la evolución de la polución para evitar que nuestros políticos se sigan arrojando las cifras en función de sus intereses.
José Luis Martínez-Almeida, que en campaña electoral hizo de la eliminación de Madrid Central una de sus principales banderas, se encontró, tras resultar elegido, con que acabar con la medida no era tan sencillo como había vaticinado con el aplauso de Vox. Aprobó una moratoria de multas, que los jueces anularon, y se vio obligado a reinstaurar las sanciones para actuar sobre el tráfico privado.
El siguiente paso fue anunciar su propio plan anticontaminación, denominado Madrid 360, en cuya elaboración trabaja el Gobierno municipal bicolor del Partido Popular y Ciudadanos. “Madrid Central no funciona”, según el bipartito, aunque pocas pistas hay aún sobre el nuevo modelo que sustituirá al de Manuela Carmena e Inés Sabanés.
La política no puede entenderse sin ideología, pero nunca está de más que cuando hay en juego intereses superiores, como la salud de la gente, el criterio de los gobernantes debería quedar supeditado al de los técnicos y expertos que conocen el asunto. Los políticos no tienen por qué saber de todo, ni se les paga por eso. Están para conciliar intereses con frecuencia enfrentados y aplicar el sentido común. Y todo lo que no sea mantener o ampliar la zona de bajas emisiones será un retroceso de consecuencias incalculables.
Si Madrid 360 “es mejor” que Madrid Central, como sostiene Almeida, y viene para operar sobre toda la ciudad, actuando sobre las emisiones contaminantes y reduciendo el tráfico privado, bienvenida sea la medida. El tiempo dirá. Es una lástima, en todo caso, que la ciudad, más allá de la iniciativa en torno a la marca ficticia de Madrid Green Capital no pueda exhibir su estrategia anticontaminación en la Cumbre del Clima (COP25), que empieza este lunes en Ifema.
De momento, nunca está de más recordar que la contaminación atmosférica causa más de 10.000 muertes al año en España, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con Madrid Central, si es que persiste el nombre, o con la denominación que quiera aplicar Almeida, cualquier paso atrás