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CONOZCO A NARCI Palomino desde hace casi cuarenta años. He seguido toda su trayectoria personal y profesional y por eso me sobresalté cuando leí que, como pediatra, la acusaban de estar relacionada con la “trama criminal” creada por las madres de Infancia Libre. Una «trama» cuya investigación, a cargo de la Unidad de la Policía Nacional adscrita a los Juzgados de Plaza Castilla, ha archivado la Fiscalía.

Según el escrito policial, la entidad funcionaba como una red criminal que animaba a las madres a presentar denuncias contra sus exparejas, acusándolas falsamente de abusar de sus hijos, con el único objetivo de apartar a los niños de sus padres.

Varios periodistas ‘compraron’ esa versión policial, interesada como todas las filtraciones, la hicieron suya sin escrúpulos y, sin contrastar la información, construyeron una fabulosa historia que el Ministerio Público ha desmontado. La noticia de la “trama criminal” que tanta atención mediática concitó se ha quedado prácticamente en nada una vez que la Fiscalía le ha dado carpetazo. Antes de llegar a este punto, pocos medios cuestionaron la tesis policial.

Al frente de ese supuesto “grupo delictivo” se encontraban mujeres como la presidenta, María Sevilla –acusada de sustracción de menores por esconderse con su hijo para no entregarlo al padre después de que se archivara la denuncia por abusos que interpuso–; o la vicepresidenta, Rocío de la Osa –que como consecuencia del informe policial de marras perdió la custodia de su hija, ya recuperada–; o Patricia González –hoy se ha conocido que un juzgado ha archivado la causa reabierta a su exmarido por supuestos abusos a su hija al determinar que «no aparece debidamente justificada la perpetración del delito denunciado» por ella; o Ana María Bayo, miembros también de la asociación. El abogado defensor de las dos primeras considera que el informe policial fue malintencionado y no descarta solicitar una indemnización.

Denunciaron abusos sexuales hacia sus hijos por parte de sus exparejas, antes, por cierto, de que existiera Infancia Libre, y nadie mejor que ellas mismas y sus letrados para ejercer su propia defensa. Son causas penales muy complejas, con denuncias cruzadas, y será la justicia la que determine su responsabilidad. De forma individual y sin que exista una estructura expresamente creada para delinquir.

Hasta donde conozco, algunas de las denuncias por los supuestos abusos sexuales fueron sobreseídas provisionalmente ante la falta de evidencias, sin que esto signifique que fueran falsas. En caso de duda, los jueces o tribunales optan por esta solución a la espera de poder obtener pruebas suficientes. Save the Children en su informe “Ojos que no quieren ver” contesta a la pregunta de cómo es posible que las Administraciones Públicas puedan incurrir en errores cuando se produce un caso de abusos sexuales a menores o adolescentes.

Dicho lo cual, resulta fácil inferir que de quien quiero hablar es de Narcisa Palomino Urda, vicepresidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, hasta hace un par de semanas, y pediatra en un Centro de Salud de Granada. Fue señalada por varios medios como uno “los expertos que validaban la trama” con sus informes. Documentos, por cierto, que estaba obligada a presentar siguiendo un estricto protocolo de actuación perfectamente reglado.

Fue estigmatizada por un “delito” que no había cometido y ha sufrido lo indecible por supuestamente dar “cobertura a una asociación que debía proteger los derechos de los niños y que está bajo la lupa policial al existir indicios de criminalidad”. No es de extrañar que, tanto sus compañeros de Granada («En defensa de Narcisa Palomino, #yotambienotifico), como la propia Asociación de Pediatría salieran en su apoyo para defender que “su trayectoria profesional y científica está fuera de toda duda” y que “seguramente se trata de una de las profesionales que más ha hecho por proteger los derechos de la infancia”.

La pusieron en el punto de mira y dispararon impunemente contra ella sin darle la oportunidad de defenderse. En verdad, el único “delito” de la doctora Palomino –una de las “brujas” de Infancia Libre, como algún medio llegó a titular–, es haber tenido una gran sensibilidad por los abusos a los menores y haberse implicado en el tema hasta el fondo y sin importarle las consecuencias. ¿Puede acaso un médico mirar hacia otro lado, o negarse a ver a un menor supuestamente abusado? En el caso de la doctora Palomino es evidente que no.

Podría haber dedicado su tiempo libre a estar más con su familia, o a ver series de televisión, pero ha optado, en cambio, por ocuparse de un asunto que le ha dado grandes satisfacciones profesionales como médico, pero que personalmente le ha supuesto un enorme calvario. Tener que interrumpir su actividad habitual debido a la persecución de los medios, encontrar su foto en el periódico, o vídeos en la tele, como si fuera una vulgar delincuente, es parte del precio que ha tenido que pagar por esta historia que no deja en demasiado buen lugar a determinados periodistas y medios. No soy quién para dar lecciones de nada a nadie, pero allá cada uno con su conciencia.

Como conozco a la doctora Palomino y considero que es una persona íntegra y con una trayectoria personal y profesional intachable, yo también salgo en su defensa desde este humilde blog. Es mi amiga, es cierto, pero soy más amigo de la verdad.

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