
UN CUARTO DE siglo se ha cumplido este domingo de la muerte de Frank Sinatra. ‘La Voz’ se apagó para siempre un 14 de mayo de 1998, 12 años después de que ‘pinchara’ en su primera y única actuación en Madrid, donde llegó de la mano del productor Arsenio Marcos. El desastre económico fue memorable, ya que solo se pudieron vender unas 11.000 entradas de las 60.000 previstas.
No era, en cambio, la primera vez que Sinatra pisaba nuestro país. Estuvo con anterioridad cuando vino persiguiendo a Ava Gardner, y no debió guardar buen recuerdo si nos atenemos a los escarceos y andanzas que previamente “el animal más bello del mundo” había tenido por estos lares. En verdad, una mujer libre que nunca quiso ser el “bello animal” con el que tópicamente se la etiquetó.
Sea como fuere, la cuestión es que aquel jueves 25 de septiembre de 1986, el esperado concierto de Sinatra en el Santiago Bernabéu se había torcido hasta límites insospechados. El desorbitado precio de las entradas, además de problemas de última hora con El Corte Inglés, la única plataforma que vendía las entradas y que canceló el contrato, a punto estuvieron de dejar semivacío el estadio del Real Madrid, de no haber sido porque el propio Sinatra se vio obligado a repartir 16.000 tickets gratis para evitar una imagen desoladora del recinto.
Militares americanos de la base de Torrejón, trabajadores de la discográfica Warner, miembros de la Policía Nacional y hasta los trabajadores del Ritz se beneficiaron de la ‘generosidad’ del artista −a punto de cumplir los 71 años−, acudiendo a un concierto que no habrían podido pagar de su bolsillo. Así lo contamos en su momento.
Frank Sinatra llegó al aeropuerto de Barajas un martes 23 de septiembre de 1986, muy cansado después de 14 horas de viaje desde Palm Springs, California. En el reactor privado tipo Mystère, matriculado con sus iniciales, venían también su esposa y su abogado y representante de toda la vida, Milton A. Rudin. Ya en el ambiente flotaba una cierta desilusión, porque el recital que iba a ofrecer dos días más tarde en el estadio Santiago Bernabéu peligraba debido a la escasa venta de entradas. Llegó al Ritz de forma espectacular en un Mercedes tipo limousine, escoltado por otros seis vehículos similares, todos ellos de color azul, pero la acogida popular que le dispensaron los madrileños no pasó de discreta. Vestía una camisa lila con un pañuelo del mismo color en el bolsillo de su chaqueta. Previamente a su llegada el mito de la música popular impuso sus condiciones a la dirección del Hotel: un piano de cola blanco en su habitación y una línea telefónica especial para comunicarse con el exterior sin necesidad de pasar por la centralita. Naturalmente ambas exigencias fueron cumplidas sin rechistar.
La Voz y su esposa se alojaron en la suite 110-111-112, que por aquellas fechas costaba 200.000 pesetas diarias (1.200 euros), donde permanecieron recluidos prácticamente todo el tiempo, sin que nadie les molestara en ningún momento. Ellos y su séquito ocupaban media planta del primer piso, curiosamente el mismo en el que casi cuarenta años antes se había instalado Ava Gardner, su segunda mujer y el amor de su vida. Apostados en las puertas de sus habitaciones siempre había corpulentos guardaespaldas, algunos de ellos especialistas en karate y tiro, contratados a una empresa privada de seguridad. Un grupito muy especial de adineradas fans de Las Palmas que se alojó en el Hotel para seguir de cerca al cantante ni siquiera pudo ver la sombra del “viejo ojos azules” durante aquellos tres días. Los empleados del Hotel, que tampoco le vieron mucho el pelo, pudieron asistir gratis al concierto, no en vano sobraron miles de entradas.
Hacia las 6 de la tarde, Frank salió del Ritz camino del Bernabéu a cuyo escenario se subió tres horas después vestido con un riguroso esmoquin negro, pajarita oscura y pañuelo lila en el bolsillo superior. Los afortunados trabajadores del Hotel, como el resto de los espectadores, pudieron disfrutar de una noche mágica, aunque desangelada por el fiasco de las entradas, que se prolongó durante 85 minutos. La Voz arrancó con ‘Fly me to the moon’ y concluyó a lo grande con ‘My way’ mientras los atronadores fuegos artificiales rasgaban el cielo de Madrid.
Al día siguiente, El País tituló con acierto: Frank Sinatra convirtió un fracaso económico en un éxito personal. Impecable y deliciosa, por cierto, la crónica periodística de Alfonso Armada, Emma Roig y Pedro Sorela, mencionados en este caso al final del artículo.