En su indisimulado afán por castigar las defensas del Palacio de la Moncloa, a la presidenta madrileña no le duelen prendas cada vez que tiene que zurrarle a Zapatero. Nada le gusta más, salvo fustigar a Gallardón, y da igual el motivo porque cualquier excusa es buena. El caso es que, una semana si y otra también, Esperanza Aguirre no ceja en su empeño de confrontar con el gobierno de la nación. Es su especialidad, y quién sabe si su razón de ser. Y no sólo eso sino que, de paso, le envía recaditos a Mariano Rajoy diciéndole por dónde tiene que transitar si quiere mantener intactas las esencias populares.
Su renuncia a firmar el convenio con el Ministerio de Educación para financiar de forma conjunta el coste de ordenadores portátiles en las aulas y, sobre todo, su empecinamiento en arremeter contra el endurecimiento de la ley antitabaco, no hacen sino confirmar, por si cabía alguna duda, que el nuevo año arranca para el gobierno de Aguirre como terminó el anterior: leña al mono hasta que hable inglés. Claro que, con lo que ha llovido (bloqueo a la Ley de la Dependencia, etc, etc) a nadie le debería extrañar esta actitud de rechazo absoluto hacia todo lo que provenga del pérfido y malvado Zapatero.
En el caso de los portátiles se da, además, la gravosa circunstancia de que, con su decisión de no firmar el convenio, la Comunidad de Madrid ha perdido los 11 millones de euros de la primera convocatoria a los que tenía derecho. Decir a estas alturas de la película que los ordenadores «no garantizan una postura ergonómica ni tienen un tamaño adecuado» es, cuando menos, un sarcasmo por no decir otra cosa. Si tanto le preocupa a la presidenta madrileña la salud de los escolares podría empezar por ocuparse de la pesada carga de las mochilas que tantas espaldas infantiles está destrozando.
Y ahora lo del tabaco. Resulta que, según la particularísima versión del gobierno de Aguirre, «las prohibiciones no suelen dar buenos resultados» y por eso se oponen a la prohibición de fumar en todos los locales públicos. Basta ya de cinismo, si no quieren que se restrinja la libertad individual que no castiguen tampoco el botellón o el consumo de drogas y que se dejen de gaitas. Pero no es esa la cuestión, y volvemos a lo de antes. La cuestión es que estamos ante una nueva excusa para darle capones a Zapatero y, sobre todo, porque puede ser un nuevo motivo (uno más) para desgastar al gobierno que es, al fin y al cabo, de lo que se trata. El peculiar concepto de libertad de Aguirre choca abiertamente con lo que ocurre en países como Italia, el Reino Unido o Estados Unidos, que no son menos democráticos que España y donde se puede disfrutar de restaurantes, hoteles y locales sin malos humos.
Vale que Esperanza Aguirre se quiera fumar un puro a costa de Zapatero pero, por favor, que no nos eche el humo a la cara con la excusa de que es ella la campeona de las libertades.