De la sequía extrema a la aparente abundancia. Así es como son las cosas en mi querida tierra natal de Castilla-La Mancha. No tenemos término medio. O todo, o nada. Y es que el inicio de la transfusión de emergencia para el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel (y de Villarrubia de los Ojos, que es mi pueblo) ha coincidido con una inhabitual cadena de precipitaciones. Puedo certificar que en los últimos días no hay mayor espectáculo en aquella zona que el de ver los arroyos correr. ¡Con qué poco nos conformamos!
Las Tablas, que empezaron el otoño con apenas 10 de sus casi 1.900 hectáreas encharcadas, estaban exhalando su último suspiro cuando un incendio de turbas vino a colocar el Parque como noticia de cabecera en los periódicos e informativos. Aunque todavía es muy pronto para dar el problema por resuelto, diré en voz baja que “bendito sea el brasero de turbas” que consiguió movilizar a políticos y medios de comunicación. Singularmente al diario El País, que es el que más en serio y de forma más extensa se ha ocupado del asunto gracias, sin duda, al magnífico trabajo del periodista Rafael Méndez.
El problema no está resuelto, ni mucho menos, fundamentalmente porque el trasvase no es, ni lo será nunca, la solución definitiva para el Parque Nacional. Este by-pass artificial, que lleva el agua desde el Tajo hasta la cuenca del Guadiana, no acaba con el problema de fondo: la sobreexplotación del famoso acuífero 23, cuya recuperación sería a largo plazo el único medio de mantener anegadas Las Tablas, más allá de la foto que puntualmente se puedan hacer los políticos de turno.
Quizá convenga recordar aquí que otro incendio de turbas hacia 1980 duró 20 años activo y que sólo la inundación completa garantiza la extinción total, diga lo que diga la ministra Espinosa. De momento, los niveles hídricos del acuífero han subido casi 3 metros en los últimos días. Aún así, la cota de partida se sitúa aún en 26 metros de profundidad. Está muy bien que llueva, pero no basta con que llueva mucho. El remedio tal vez sea el que encontré en una pintada camino de Las Tablas: “¡Abrid los ojos, cerrad los pozos!” Pues eso.