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(Foto: Comunidad de Madrid)

LEO QUE EL Gobierno no descarta la subida del IVA en marzo. Cuatro días después del gran hachazo fiscal a las llamadas clases medias, con el anunciado incremento del IRPF y del IBI, “el principio del principio”, el ministro de Economía prepara el terreno avisando de más recortes. Una “agenda reformista muy agresiva”, en palabras de Luis de Guindos, que en nada se parece a los compromisos electorales con los que el PP se presentó ante los electores el 20-N. De la prometida supresión de la última subida del IVA, aprobada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, hemos  pasado a un escenario bien distinto al contrato firmado por el PP ante los españoles.
Éstas y otras medidas, más allá de las repercusiones políticas y económicas que puedan tener, dejan en muy mal lugar a la presidenta madrileña, otrora adalid de cualquier incremento fiscal. Tanto se significó Aguirre en la batalla contra la subida del IVA, tan lejos llevó su desafío contra Zapatero, que ahora su propio partido la está dejando a los pies de los caballos. Si entonces abanderó una “campaña de rebelión”, con mesas de firmas en la calle, sin aportar ideas alternativas para conseguir los ingresos necesarios con el fin de financiar la inversión, cabe imaginar que hará lo propio ahora por pura coherencia. Y no sólo eso, sino que será secundada por la patronal madrileña CEIM, tan acostumbrada a jalear cualquier idea que venga de la Puerta del Sol o de Génova 13.
“Subir los impuestos es síntoma de que el Gobierno está haciendo las cosas mal”, afirmó rotunda Aguirre en marzo de 2010 y la explicación que dio es que esa medida “deprimirá aún más el consumo”. Cuantos más impuestos, más gasto público, más burocracia y más intervencionismo, se quejaba Aguirre, convencida de que con aquella estrategia “más se prolonga la crisis y más costosas son las recuperaciones”. En ocasiones, las palabras las carga el diablo y no hay nada como recibir un correctivo, desde tus propias filas y por la vía de los hechos consumados, para aplicarse el cuento. Es evidente que Aguirre, como buena liberal que es, no puede comulgar con la política fiscal de Mariano Rajoy.
La presidenta madrileña encontró en Zapatero un filón político. Un auténtico chollo, para jugar en la primera división de la política nacional, que ya no se volverá a repetir. El expresidente del Gobierno ya es historia y, salvo que Aguirre pretenda estirar el chicle de la “envenenada herencia” que deja el PSOE, difícil lo tendrá para mantener la congruencia. El inquilino de la Moncloa ha cambiado, si bien se mantienen todas las demandas históricas (deuda pendiente, reconocimiento de la población…) que venía planteando la Comunidad de Madrid. Para ser creíble, Esperanza Aguirre tendrá que seguir diciendo lo mismo que antes. Habrá que ver con qué frecuencia y con qué energía llama ahora al Palacio de la Moncloa para defender los intereses de los madrileños. Como es improbable que, parafraseando su viejo mantra, nos sorprenda diciendo que “Rajoy asfixia Madrid”, cabe imaginar que no le temblará el pulso cuando, llegado el caso, tenga que cantarle las cuarenta al presidente de su partido. Es lo que toca.
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