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CONCLUYE ESTA SEMANA en el Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa la exposición ‘El Madrid de Sabatini. La construcción de una capital europea (1760-1797)’, organizada por el Ayuntamiento de la capital y Patrimonio Nacional con motivo del tricentenario del nacimiento del arquitecto e ingeniero militar italiano que regeneró y transformó Madrid al servicio de Carlos III.

El monarca, que había hecho lo propio en Nápoles, la tercera ciudad más poblada del continente tras Londres y París, se puso manos a la obra cuando llegó a Madrid en 1759 empleando la misma cultura arquitectónica que había ensayado en Italia, de tal forma que reclamó a Francisco Sabatini, dada su acreditada eficacia y solvencia.

Si Carlos III ha pasado a la posteridad como “el mejor alcalde de Madrid» es, en gran medida, gracias al genio de Sabatini, de ahí la importancia de esta exposición, inaugurada el pasado 4 de noviembre, que ha sido visitada por más de 32.000 personas. Su éxito viene a demostrar el interés suscitado por esta figura fundamental en la configuración y transformación de la ciudad, gracias a su inmensa producción arquitectónica. A nadie se le escapa que Sabatini es una de las personas que más contribuyeron a crear la imagen de Madrid como una gran capital europea. Y aquí concentró su tarea, hasta el punto de que la mayor parte de sus obras de nueva construcción están localizadas en la capital, a excepción de la iglesia de Santa Ana en Valladolid y en la del convento de San Pascual en Aranjuez.

La huella indeleble del arquitecto real queda reflejada en Madrid en obras tan emblemáticas como estas que recordamos ahora en un repaso no exhaustivo:

La Puerta de Alcalá. “Una mañana fría llegó Carlos III con aire insigne, se quitó el sombrero muy lentamente, bajó de su caballo con voz profunda, le dijo a su lacayo, ahí está la Puerta de Alcalá. Ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo, la Puerta de Alcalá”. No es muy habitual que un monumento merezca el honor de convertirse en letra y música de una canción pero así ocurrió con esta de Suburbano, popularizada por Ana Belén y Víctor Manuel. La Puerta, uno de los símbolos de Madrid, fue diseñada para dar una imagen imponente de Madrid a quienes entraban a la capital por el Camino Real de Aragón y Cataluña, la vía de conexión más directa con Francia y con el resto de Europa. Es cierto que en esa zona hubo  otras puertas monumentales, pero no de la entidad de la que encargó Carlos III.  Sabatini compitió por el proyecto con otros dos grandes arquitectos del Madrid neoclásico: José de Hermosilla y Ventura Rodríguez, aunque finalmente fue el palermitano quien convenció al rey proponiendo construir un arco del triunfo como no se había hecho en Europa desde la caída del Imperio Romano.  

Real Casa de la Aduana. Situada al comienzo de la calle de Alcalá, junto a la Puerta del Sol, este edificio con aire de palacio italiano alberga la sede principal del Ministerio de Hacienda. El conjunto se ordena en torno a tres grandes patios, concebidos para recoger las mercancías que llegaban a Madrid y que debían pasar por allí cuando era la aduana.

Real Jardín Botánico. El Paseo del Prado –conocido entonces como Salón del Prado–, fue uno de los grandes proyectos del reinado de Carlos III. Un  lugar de paseo y esparcimiento para los madrileños, con glorietas y fuentes, donde además estarían ubicados varios espacios dedicados a la ciencia: el Observatorio Astronómico, el Gabinete de Historia Natural (hoy Museo del Prado) y el Real Jardín Botánico. A Sabatini se le encargó el diseño de este último, para trasladar desde su anterior ubicación junto al Manzanares las más de dos mil plantas que había recogido en sus viajes por Europa el botánico José Quer. Conviene precisar, eso sí, que el jardín, tal y como lo conocemos hoy, tiene poco que ver con el diseño de Sabatini. Y es que, finalmente fue Juan de Villanueva quien lo modificaría creando el actual trazado dividido en cuarteles cuadrados. La muestra más perdurable del diseño sabatiniano es la Puerta Real del Jardín, que se abre al Paseo del Prado. En cambio, la puerta por la que hoy en día se accede al interior, situada junto al Museo del Prado, lleva la firma de su competidor Villanueva.

Hospital General (actual Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía). La azarosa historia arquitectónica del Hospital General y de la Pasión está trufada de tantas dificultades que no es de extrañar que el complejo lleve la firma de Hermosilla, Ventura Rodríguez y Villanueva, además de la de Sabatini a quien debemos la imagen actual del edificio, restaurado en los años 80 del siglo pasado bajo la dirección de Antonio Fernández Alba para convertirlo en museo. Por no citar, claro, la actuación del arquitecto y diseñador francés Jean Nouvel con motivo de la ampliación.

Palacio Real. Carlos III descubrió a Sabatini cuando este ayudó a su suegro en la construcción del Palacio Real de Caserta. Por eso no es de extrañar que cuando  accedió inesperadamente al trono español, recurriese al palermitano para reformar el palacio real madrileño cuando la obra estaba casi acabada. El arquitecto italiano se encargó de la decoración de las habitaciones y proyectó una ampliación de la que solo se llevó a cabo una parte, además de modificar, ya por encargo de Carlos IV, la escalera principal del palacio, cambiando su orientación. En cuanto a los famosos Jardines de Sabatini…  el hecho cierto es que fueron creados mucho después de su muerte, durante la Segunda República, donde antiguamente estaban las reales caballerizas diseñadas por el arquitecto italiano.

Palacio del marqués de Grimaldi. Contiguo al Senado, alberga el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Su primer inquilino iba a ser el genovés Jerónimo Grimaldi, secretario de Estado de Carlos III, que nunca llegó a ocuparlo ya que dimitió de su cargo, antes incluso de que empezara la construcción. Fue el Conde de Floridablanca, sucesor de Grimaldi, el primero en habitarlo. Tras él,  fue ocupado por otro residente ilustre: Manuel Godoy, que lo amplió y redecoró lujosamente gracias a su valiosa colección de pinturas, incluidas “La Venus del espejo” de Diego Velázquez y las dos majas -desnuda y vestida- de Goya. Con posterioridad, fue residencia del mariscal Murat durante la ocupación francesa, Real Biblioteca, sede de varios ministerios, Palacio del Almirantazgo y Museo del Pueblo Español. En los años 30 del pasado siglo, cuando estaba en estado de abandono, se demolió una tercera parte del edificio, incluyendo la ampliación de época de Godoy. Y en 2019, con motivo de las obras para reformar la Plaza de España, salieron a la luz los sótanos del sector que fue demolido, parte de los cuales han sido recuperados por el Ayuntamiento, y podrán ser visitados.

Convento de las Comendadoras de Santiago. El edificio arrastra una terrible historia de dolor y sufrimiento en tiempos no demasiados lejanos. Checa durante la Guerra Civil y cárcel más tarde, tras la entrada de las tropas franquistas, fue el lugar donde al inicio de la dictadura se hacinaron más de 2.000 prisioneros, entre ellos el poeta José Hierro. El edificio no es obra íntegramente de Sabatini a quien se le debe la sobria y austera imagen exterior al haber intervenido en la unificación de las distintas casas y estancias del convento, que además de la iglesia tiene como principal tesoro la Sacristía de los Caballeros.

Casa de Campo. Sabatini no era solamente un arquitecto de palacios y monumentos. En su haber también figura la capacidad de dar soluciones prácticas a espacios muy diferentes, como en la Casa de Campo, donde restauró y completó la tapia que cierra el recinto, o se encargó de canalizar todas las aguas del Real Sitio, incluido el pequeño acueducto aún conocido como de Sabatini o de la Partida o la construcción de cinco puentes sobre el arroyo de Meaques, un pequeño afluente del Manzanares. En buen estado aún se conserva el más bonito y original de ellos: el Puente de la Culebra, llamado así por los serpenteantes pretiles de granito que coronan sus arcos de ladrillo.

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