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(Foto: diario Público)
EL CENTRO DE Madrid se ha convertido en una gran barra de bar. Los vecinos, sin comerlo ni beberlo, han sido condenados a la cadena perpetua del ruido.  Con nocturnidad y alevosía.  Aquí, el que no sabe qué hacer en la vida pone un bar y el Ayuntamiento se frota las manos haciendo caja.
¿Desidia, ineptitud? No lo sé. Tengo algunas certezas y bastantes impresiones.  Lo que intuyo es que los intereses comerciales pesan más que el descanso de los residentes, siempre ha sido así, y que, como los vecinos sólo votan cada cuatro años, su problema puede esperar. El Ayuntamiento madrileño presumió de haber acabado con el botellón cuando, en realidad, lo único que ha hecho ha sido sembrar el centro de mini botellones, en ocasiones menos visibles, pero tan perniciosos como los de otras épocas. Da igual Gallardón que Botella, tanto monta tanto.
Los vecinos, mientras, sufren en silencio. En la práctica, el mensaje que se les está enviando  es que deben soportar su problema de forma estoica. A este paso, a no mucho tardar, el centro de Madrid será un espacio vetado para los vecinos de toda la vida. De seguir así, sólo quedarán los de más edad, los más pobres y, también, los más sordos. El resto será pasto de bares, oficinas y tiendas de ropa en la Gran Vía. Y a quien no le guste vivir en este parque temático que se busque la vida en las afueras.
En breve,  el Distrito Centro tendrá su declaración de Zona de Protección Acústica Especial. Todo indica que el Ayuntamiento seguirá los pasos de Aurrerá, en Arguelles, adelantando una hora el cierre de los locales, además de la denegación de nuevas licencias. A la espera de acontecimientos, ya iba siendo hora de que empezaran a entender que la situación de un Distrito con 8.000 bares y discotecas, y subiendo, es insostenible. La Asociación de Empresarios de Locales de Ocio Nocturno “Noche Madrid” opina que el verdadero problema no es el ruido, sino la crisis y el paro. Depende para quién, claro. No hay peor sordo que el que no quiere oír.
La contaminación acústica es una epidemia. Un mal incurable con el agravante de que hay enfermedades crónicas con un pronóstico mejor que la tortura del ruido.
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