
Los agentes son jóvenes aunque se les nota curtidos a la hora de hacer frente a problemas y conflictos mucho más importantes que desalojar a un pobre e indefenso mendigo de la calle. Uno de ellos lleva una porra extensible de color negro en su bolsillo trasero izquierdo. Los policías «animan» al mendigo a desalojar la zona. El indigente, posible toxicómano, empieza a proferir insultos mientras se desplaza a duras penas, casi gateando. No se puede poner en pie. Al parecer se mueve con una silla de ruedas que alguien le ha quitado. Atrás quedan sus cartones e incluso sus raídas zapatillas de deporte. De pronto llegan dos policías municipales. Los nacionales, una vez cumplida con éxito la misión de ahuyentar y espantar al mendigante, se marchan del escenario para seguir patrullando la ciudad. Cumplían órdenes.
Indignada, una periodista le pide explicaciones a los policías municipales. El mayor de los dos agentes asegura que están allí porque alguien les ha alertado sobre una posible reyerta. La informadora, muy molesta y conmovida, se queja del trato dispensado al mendigo. Les reprocha su presencia allí para espantarle por el simple hecho de que pudiera resultar molesto para la comitiva de la presidenta regional. A los pocos minutos llega Esperanza Aguirre, ajena por completo al episodio. Dentro ponen «An Education». Fuera, el mendigo se tuesta al sol de la Gran Vía. La gente pasa, en el amplio sentido de la palabra. Alguien le echa una moneda. El Samur Social no aparece. Hora y media después la presidenta se sale de la peli. Aguirre se sube a su coche oficial camino de otro acto sin que la presencia del mendigo haya conseguido perturbarla. Objetivo cumplido: el pordiosero ha sido neutralizado.
Una vez mas, Felipe, estuviste donde ocurren las cosas y así nos las vuelves a contar y una vez mas no son alentadoras ni festivas, son indignantes, bastante injustas y tristes muy muy tristes. ¿nos contarás pronto otras distintas?. Ojalá. Buen día. M. Paz
Qué bueno Felipe… así me gusta, al lado de los débiles. Me ha encantado tu post. Yo, que estaba allí, no me lo podía creer. Un saludito de la periodista indignada.
Diana Roguez Pretel
Sigue así.
Mi escolta jamás echaría a nadie de un lugar donde yo vaya a celebrar un acto. Sin embargo el relato da a entender lo contrario.
2:39 PM Apr 28th via web
Mis escoltas sólo velan por mi seguridad, no por mi imagen. Eso es mentira.
No es mentira, y lo mantengo, como de forma tan atrevida dice quien ni vio ni se enteró de lo ocurrido. Yo no digo que los escoltas echaran a nadie, sino que alguien, posiblemente del equipo de seguridad, alertó de la presencia del mendigo. Los que echaron al mendigo, tal y como explico en el post fueron policías nacionales de paisano. Ítem más: varios compañeros periodistas lo pueden atestiguar y aquí en este mismo blog hay algún comentario en ese mismo sentido.
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