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Casi hasta el Pico de la Maliciosa se subió ayer Esperanza Aguirre para irse de la lengua. ¡Hay que ver el juego que nos da esta mujer!. Cuando no es por pitos es por flautas, o por ambas cosas a la vez, el caso es que no hay un solo día que no se hable de ella. Es como si tuviera grabado a fuego el lema de «no sin mi titular» o «no sin mi foto», y hasta que no lo consigue no para. Con políticos así resulta muy fácil ser periodista. Enchufas el aparato y, casi siempre, te resuelve el día.

En esas estábamos ayer, con la Maliciosa al fondo, a la montaña me refiero, cuando un micrófono abierto a destiempo nos permitió saber cómo se las gastan en el PP cuando lo que estaba en juego era una brutal batalla de poder para controlar Caja Madrid. Cruda, lisa y llanamente. Esta bendita «conversación privada», más allá de su peculiar lenguaje entre personas que han ido a colegios de pago, lo que viene a certificar es que las maniobras contra Gallardón, que tampoco el hombre ha estado quieto, se han sucedido hasta el último minuto y han sido de un encarnizamiento que pone los pelos de punta.

«Nadie resistiría la transcripción literal de una conversación privada», Aguirre dixit, y tiene razón, pero no es menos cierto que imprudencias de este tipo nos permiten obtener, y ofrecer, una versión mas real del personaje. «Yo creo que nosotros hemos tenido la inmensa suerte de poder darle un puesto a Izquierda Unida quitándoselo al hijoputa». Esas 20 palabras dichas ante un micrófono indiscreto no van a tener ninguna consecuencia práctica, pero van a pesar mucho en la biografía política de Aguirre. «Todo pesa», que diría Ignacio González.

Con otra visita más que haga a Becerril de la Sierra, y con ese desparpajo que Dios le ha dado, el supuesto camino madrileño de Santiago, que era en realidad el objeto de su visita, será muy conocido en toda España. Ella, de momento, en el pecado lleva la penitencia. Desde luego hay que agradecerle y mucho a la «peregrina» Aguirre que se soltara ayer el pelo, pero debería tener más cuidado porque por la boca muere el pez. «Acojonante».

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