Debe ser cosa de periodistas, es posible, pero a falta de otros atractivos, los lugartenientes de Gallardón y de Aguirre tienen motivos sobrados para detestarse. Fundamentalmente, aunque no solo, por el tema de los seguimientos. Granados y Cobo no lo pueden ocultar, por más que traten de mantener el tipo mientras saltan chispas a su alrededor.
Casi me olvido decir que la recepción debió estar bien. Hubo canapés y disimulos, aunque yo de mayor no quiero ser político. No, salvo que primero fuera actor y pudiera tener el arrojo de representar esa gran comedia, en ocasiones con tintes de tragedia, que es la actividad política. Hay que tener mucho valor para dedicarse a ella y no morir en el intento.