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TODO LO QUE ocurre en torno a la joven sueca comienza a ser desmesurado. Ya lo era antes, pero ahora hemos tenido ocasión de comprobarlo de cerca con su presencia en Madrid. La inusitada expectación mediática generada en su llegada a la estación de Chamartín procedente de Lisboa, como si fuera un jefe de Estado o una estrella de cine, puede convertirse en un arma de doble filo para los activistas medioambientales.

Temen algunos, y no les falta razón, que la presencia de la adolescente en la Cumbre del Clima (COP25) y en la alternativa “contracumbre” puede focalizar toda la atención en Greta Thunberg y difuminar el mensaje del movimiento Juventud por el Clima – Fridays for Future, inspirado precisamente en ella y en las protestas que desde hace poco más de un año protagoniza todos los viernes frente al parlamento de Suecia para exigir medidas urgentes contra el cambio climático.

Y digo que el mensaje se puede diluir, porque la gran Marcha por el Clima estaba respaldada por 850 organizaciones ecologistas cuyos mensajes ni mucho menos están atrayendo tantos focos. «No deberían escucharme más que a cualquier otra persona, solo soy una activista climática», se lamentaba Greta en la multitudinaria rueda de prensa en la Casa Encendida de la capital.

Dicen sus más fervientes detractores que ella misma está contaminada por la fama, que es un mero producto de marketing y que la están utilizando, tanto sus padres como determinados grupos ocultos, por no citar a aquellos que, amparados o no en el anonimato de las redes sociales, se burlan sin piedad de ella por su síndrome de Asperger.

Dicho lo cual, resulta innegable que, gracias al impulso de la adolescente más famosa del planeta, nuevas generaciones se están rebelando en todo el mundo contra el cambio climático y la lentitud de los gobiernos a la hora de adoptar medidas concretas, también en nuestro país.

Greta se ha convertido en el rostro de un movimiento que se ha vuelto muy potente, que empieza a ser temido por los países y Gobiernos campeones en contaminación. La voz de los jóvenes se alza ya contra el cambio climático en todos los idiomas y las principales potencias económicas del mundo no ocultan su preocupación.

El aviso de Greta en Madrid de que “están desesperados” por silenciarlos va en esa dirección. Desde ese punto de vista resulta evidente que algunos se están poniendo nerviosos por los cambios que se avecinan.

En la protesta de Fridays for future del pasado viernes, 29 de noviembre, apenas había 23 personas en Madrid. En la de este viernes –es cierto que en un contexto distinto–, han sido decenas de miles las que se han echado a la calle gracias, entre otras cosas, al reclamo de esta estrella climática, que surgió de la fría Suecia y que empieza a helar la sonrisa de los más poderosos del mundo.

«Hemos conseguido cosas, pero no una victoria», sostiene Greta, pero dadle un poco de tiempo a esta chiquilla para que empiecen a recogerse los frutos. Con ‘circo’ o sin él, se acabarán consiguiendo porque este movimiento es imparable. Señoras y señores, el “show” debe continuar, mal que le pese a algunos.

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