Me llama la atención que los medios de comunicación, tan generosos a la hora de expandir y amplificar el camelo de la gripe A, apenas hayan tenido tiempo de hacer autocrítica. Lo que iba a ser una película de terror por entregas se ha convertido en un anecdótico folletín y aquí no pasa nada. Es cierto que todo apuntaba a una tragedia de magnitudes bíblicas, pero también sería de justicia que ahora, en justa correspondencia, sacáramos la pata de donde la metimos, es decir, hasta el corvejón.
Nos incitaron a evitar los besos, a no tocar el pomo de las puertas, a huir de los estornudos ajenos y a reprimir los propios; nos azuzaron para escapar de las grandes concentraciones humanas e, incluso, rizando el rizo de la estupidez, recomendaron a los creyentes que tuvieran cuidado hasta con el agua bendita de las iglesias. A todo esto, los gobiernos de todo signo y condición sobreactuaron invirtiendo en vacunas innecesarias para combatir una pandemia más psicológica que real. Entretanto, algunas farmacéuticas reían a mandíbula batiente, aquí o en Suiza, en Estados Unidos o en Francia, mientras sus acciones se disparaban (hacia arriba, naturalmente) en los mercados de valores de todo el mundo.
Hasta la fecha el número de fallecidos apenas supera en España las 270 personas, en su inmensa mayoría con patologías previas. El gobierno, por si acaso, se gastó más de 300 millones de euros, alentado sin duda por el PP tan presto a reclamar vacunas para todos. La venta a troche y moche de mascarillas, guantes de látex y productos desinfectantes, completaron un atrezzo antigripe para mayor gloria del negocio del miedo. Los lobbies farmacéuticos, como redomados maestros que son en el arte de la mercadotecnia, han metido a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un espantoso ridículo que, para qué engañarnos, no tendrá ninguna consecuencia. La OMS, faltaría más, lo niega todo. El hecho cierto es que no pasa nada. Nunca pasa nada. El daño ya está hecho, pero ¿qué ocurrirá cuando haya una pandemia de verdad?.
Por responsabilidad, los medios de comunicación tienen ahora la obligación moral de investigar la estafa, al menos, con el mismo denuedo que emplearon en colaborar con tan indecente montaje. Con el miedo de la gente no se puede jugar. La jugada ha sido perfecta: ellos inventaron el problema, nos vendieron luego la solución y nadie dijo nada porque los «listos», como siempre, eran ellos. Sencillamente, obsceno, inmoral e indigno.
Pienso en cómo W.Bush pudo ganar con 4 millones de votos de diferencia tras la emisión de Fahrenheit 9/11.
Pienso en cómo Carlos Baute ha triunfado en 2009 tras dejar claro en OT que cantando en directo es una calamidad. (buscar en Youtube Carlos Baute y Risto Mejide para verlo)
Pienso en cómo Dolores de Cospedal está donde está tras sus delirios en verano y cómo ayer agitaba la cadena perpetura por el tema del Rafita.
Pienso en los tomates de Rajoy.
Y con todo esto… lloro.
There´s no way out
De veras indigno, inmoral, obsceno; y añado… vomitivo. Pero nadie dice nada al respecto. La misma historia borreguil de siempre.