El arte del disimulo, conocido también como camaleonismo, es muy importante en política. Casi tanto como el de la distorsión. Puedes estar toda la legislatura echando pestes de tu jefe, poniéndole zancadillas, recordándole que es un blando y presumiendo de todo lo que vales tú, pero cuando se acercan las elecciones, pelillos a la mar, hay que tener la casa aseada y presentarse ante la parroquia como una piña. Es una cuestión de supervivencia. Si has echado un pulso, o varios, y los pierdes, lo mejor que puedes hacer es tragarte el orgullo y silbar. Como quien oye llover.
Ya sabemos que Esperanza Aguirre no tuvo su mejor año en 2009, pero no es menos cierto que consiguió sobreponerse, casi sin despeinarse, a escándalos varios y de tanta gravedad como el Gürtel o el espionaje. Por no citar la severa derrota sufrida en Caja Madrid. Con todo este chaparrón, resulta sorprendente que las encuestas apenas la hayan castigado y que vaya a repetir de candidata sin un gran desgaste. El PSOE nunca lo tuvo tan fácil y, sin embargo, no ha podido, o no ha sabido, o ambas cosas, hincarle el diente a Aguirre. Se les está yendo cruda y, de seguir así las cosas, es muy posible que llegue a las urnas sin un solo costurón.
Y no sólo eso, es que ahora, por pura estrategia, la presidenta se echa en los brazos de Rajoy como si su amor fuera antiguo y verdadero. Ver para creer. Con todo lo que ha llovido, Aguirre se nos presenta en este 2010 como una «marianista» convencida. Del «no me resigno» ha pasado al Mariano tú vales mucho, o lo que es lo mismo: «estás en plena forma», «tenemos una gran confianza en ti». Lo dicho: el arte del disimulo es imprescindible en política. Es más, hay determinados políticos que lo practican con la misma naturalidad con la que respiran.
Tu escrito despereza mis neuronas políticas y me recuerda a aquella obra de teatro de la Gran vía.
TE QUIERO, ERES PERFECTO… YA TE CAMBIARÉ
Pues eso
Abrazos
Nacho