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Es bien conocido el viejo aforismo de que en cuanto caen cuatro gotas Madrid se pone imposible. Si en vez de cuatro gotas son cuatro milímetros de nieve el caos pude ser de los que hacen época. Como siempre, pero sobre todo en situaciones excepcionales, el Metro suele convertirse en un gran aliado.

La segunda gran nevada de la temporada no fue finalmente tan grande como se esperaba aunque, como es habitual, dejó a su paso todo un rosario de molestias y complicaciones: trenes en vía muerta, conductores atrapados, vuelos cancelados, municipios sin transporte público, colegios cerrados… No es de extrañar que muchos sigan pensando cómo pueden pasar estas cosas en pleno siglo XXI. Con el agravante, en este caso, de que todo el mundo conocía por anticipado lo que iba a ocurrir. La nevada no fue, ni mucho menos, tan copiosa como para poner a una ciudad como Madrid contra las cuerdas y al borde del colapso.

En circunstancias así las Administraciones, además de tirarse los trastos a la cabeza, se pasan el día recomendando a los madrileños que dejen el coche en casa, que está muy bien con carácter general, en vez de cumplir con su obligación de despejar las carreteras y permitir la libre circulación. No quiero ni pensar qué ocurrirá el día que nieve de verdad. Entonces, a pesar de lo que aún debe mejorar, siempre nos quedará el Metro. O el Cercanías. Como dice el magnífico spot del suburbano que estos días podemos ver en televisión «mejor por debajo».

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