La «espantada» del consejero de Sanidad resulta, en cualquier caso, enigmática. Poca gente acaba de creerse que una persona tan joven, preparada y seductora, que lleva la política en la sangre, sea capaz de dar ese paso atrás. Salvo, naturalmente, que sea para tomar impulso. La hipótesis de su vuelta a la política nacional, sin ataduras con Aguirre y en plan estelar, no es ni mucho menos descartable. Es una jugada arriesgada porque él tenía un «contrato» a cuatro años que ahora ha incumplido. Como incumplió, por cierto, su mentor político Rodrigo Rato con su salida del FMI. El tiempo lo dirá. De momento nos quedamos con que la presidenta madrileña pierde a uno de sus principales arietes contra Zapatero. Aguirre siempre quiso ver en Güemes a su «niño mimado», si bien sus travesuras en la guerra interna del PP o en la batalla de Caja Madrid han acabado distanciándoles.
Poco que decir, en cambio, de ese personaje inquietante que impidió a Rafael Simancas convertirse en presidente de la Comunidad de Madrid tras dos legislaturas con gobiernos del PP. Poco que decir, aunque mucho me temo que será inevitable hacerlo en breve si, como ha sugerido-amenazado, tira de la manta con lo del tamayazo. Qué gran favor haría a la democracia, aunque cualquiera se fía de un personaje así.
Hay días en los que para un periodista la política madrileña puede resultar de todo menos aburrida. Ni la «tocata y fuga» de Güemes, ni la reaparición del fantasma de Tamayo han escrito su último capítulo. Nos vamos a entretener mucho en los próximos meses, coincidían los informadores habituales en Sol. Alguien comentó: «vuelve Tamayo, que suene la música de El Padrino». Pues eso, que suene.
Y como no hay dos sin tres, el tío Luís sale de chirona coincidiendo con el "Día del padel". Y con entrevista en Telemadrid, ¿cobrando?