Hoy han pasado por La Ventana de Madrid Rafael Simancas y Fausto Fernández. Su presencia en la Cadena SER se debía al escrito que han publicado para solidarizarse con Daniel Anido y Rodolfo Irago. Me refiero, ya sabéis, a la desmesurada sentencia contra la libertad de información que condena a estos dos periodistas a penas de cárcel (un año y nueve meses) por cumplir con su obligación de informar. La SER, por cierto, ya ha recurrido este fallo que nadie defiende.
Nadie, salvo Esperanza Aguirre y Juan José Güemes, guiados en este caso por la especial inquina que sienten hacia todo lo que provenga de Gran Vía 32. No es la primera vez, ni será la última. Esperanza Aguirre falta a la verdad porque la SER no desveló teléfonos ni documentos de identidad de nadie. Se limitó a publicar la lista en la que aparecían las personas que, según el propio PP, se habían afiliado irregularmente y figuraban sus direcciones porque era la prueba del fraude: muchos de ellos estaban domiciliados en las sedes de las empresas de los constructores o varias familias en la misma vivienda.
Como ya comenté en otro post tan aberrante sentencia, me apetecía fijarme hoy en la figura de Simancas y de Fausto. Y es que ambas cosas, aparentemente colaterales, están sin duda relacionadas. La SER trabajó con denuedo para intentar desvelar aquel miserable episodio del tamayazo y fueron, precisamente ellos, Simancas y Fausto, los que de no haber existido la traición de Tamayo y Sáez habrían sido el presidente y vicepresidente de la Comunidad de Madrid. Y esa es, precisamente, la gran paradoja de todo este embrollo: dos periodistas podrían ingresar en la cárcel por el nefando pecado de informar sobre las corruptelas políticas y urbanísticas del PP en Villaviciosa de Odón, algunos de cuyos protagonistas tuvieron relación directa con los traidores, mientras que de los corruptos y corruptores que propiciaron el indigno episodio del tamayazo nunca más se supo. Sorpresas te da la vida.
Una vez más, completamente de acuerdo contigo.
Considero a Esperanza Aguirre la encarnación de W. Bush en España.
Abrazos
Nacho