
A BUEN SEGURO que más de uno esbozó una sonrisa al escuchar o leer la noticia. Durante su reciente visita oficial a España, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, confesó que había sufrido «pesadillas» durante la noche al dormir en el Palacio Real de El Pardo, la residencia de Franco hasta su muerte. Pero no fue Petro, según relataremos enseguida, el único ilustre visitante que ha temido encontrarse con el fantasma del dictador.
«Anoche durmiendo en la casa donde dormía Franco se me llenó de pesadillas la cabeza, y las traje aquí», dijo en tono jocoso el mandatario colombiano durante su intervención en un desayuno informativo organizado por Nueva Economía Fórum, comentario que dejó atónitos a algunos de los asistentes.
Petro, como es habitual en las visitas de Estado que realizan los mandatarios extranjeros a España, se alojó en la que fuera residencia oficial del dictador Francisco Franco hasta su muerte en 1975. Ubicado a 15 kilómetros del centro de Madrid, el Palacio Real de El Pardo está enclavado en un espacio natural de extraordinario valor y acoge estas visitas desde que fuera inaugurado por los reyes de Suecia en 1983 tras una necesaria reforma que lo despojó de algunas de las ‘reliquias’ del franquismo.
Así relaté los “encantamientos” de El Pardo en mi libro ‘Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid’.
El 30 de julio de 1980 se había aprobado un expediente de contratación de obras, por importe de 500 millones de pesetas (3 millones de euros), para acondicionar el Palacio de El Pardo y convertirlo en residencia oficial de los jefes de Estado en visita a España. Y fue a los reyes de Suecia a quienes correspondió el honor de estrenar las nuevas instalaciones el 22 de marzo de 1983. De esta forma, el Ritz de Madrid perdió el protagonismo que durante años le había correspondido durante las visitas oficiales aunque, en compensación, seguía y sigue aportando personal (camareros, cocineros y doncellas) al Palacio de El Pardo cada vez que algún presidente, aunque también reyes y príncipes herederos, visita nuestro país. Los presidentes de Gobierno, primeros ministros y demás miembros de gabinetes extranjeros siguen alojándose en su mayoría en el Ritz.
Tras la visita de los reyes de Suecia y la de los grandes duques de Luxemburgo, les tocó el turno a los reyes de Nepal. Lo curioso de esta visita es que durante las tres noches que Birendra Bir Bikram durmió en El Pardo lo hizo con su daga escondida debajo de la almohada.
El entonces presidente de Venezuela, el pediatra Jaime Lusinchi, estuvo en Madrid los días 5 y 6 de octubre de 1986. Como era preceptivo, se le había preparado el Palacio de El Pardo para su alojamiento tras la marcha de su homólogo guatemalteco Vinicio Cerezo. De forma sorpresiva, el político socialdemócrata se negó a hospedarse en aquel Palacio con el argumento de que esa había sido anteriormente la residencia de Franco y, en cualquier momento, podía aparecérsele su espíritu. De hecho, más de un presidente latinoamericano estuvo a punto de seguir los pasos de Lusinchi y salir huyendo de El Pardo, por si acaso. El asunto no debe tomarse a la ligera porque han sido varios los mandatarios extranjeros que, medio en broma medio en serio, han aludido al “encantamiento” de aquellas dependencias cuando, de forma misteriosa, se caían las velas de los candelabros o se apagaban las luces sin explicación aparente. En realidad, el jefe de Estado venezolano tenía otra buena excusa para preferir el Ritz a la residencia oficial que le habían preparado. En el Hotel no sólo no había hechizos, sino que estaba alojado su séquito y en él figuraba su omnipotente secretaria y amante, Blanca Ibáñez. En la comitiva oficial también acompañaban al presidente Lusinchi varios representantes de importantes grupos económicos venezolanos entre ellos, naturalmente, Gustavo Cisneros, quien de esta forma tuvo de nuevo la ocasión de saludar a su viejo amigo Felipe González.